Jimenezvivo
El cineasta cumplió su ultima voluntad de descansar en su casa ubicada en Coyoacán, conocida como «La fortaleza».
De sombrero y sarape llegó Emilio “El Indio” Fernández a su Fortaleza. Acompañado de su clan, el cineasta cumplió su sueño de regresar al paraíso que mandó construirse en Coyoacán. Antes de llegar a la última morada que él mismo eligió, Fernández hizo una breve parada en la parroquia de Juan Bautista, donde pasó por su bendición y dejó que la policía capitalina le hiciera honores, junto con una banda de guerra.
Ya caminando por las calles de Coyoacán, el cineasta disfrutó del paseo, donde curiosos e invitados marchaban a su lado. “¿Esas son sus cenizas?”, pregunta un extraviado a los asistentes. Con cara de sorpresa, el caballero siguió a la comitiva.
En la Fortaleza más de 200 personas esperaban la entrada triunfal del también Coronel Segundo de Caballería del Ejército Nacional Mexicano. Los aplausos se encargaron de darle la bienvenida a la casa que siempre estuvo esperando su regreso, custodiando con celo los objetos personales del cineasta.
Ya ahí, en el fondo del jardín Tlaloc, una estela de tres metros y medio, construida por canteros guanajuatenses y diseñada por su hija y nieto, estaba ansiosa por resguardar los restos de “El Indio”.
“Adela quiso que la estela tuviera una ventana, para que “El Indio” pudiera ver a todos los que le visitan y dejara de estar encerrado, como lo estaba en el mausoleo”, explicó Cristóbal Arias, coordinador del homenaje. Una vez que el acto terminó, Emilio Quetzalcoalt Fernández, nieto del cineasta, abrió la caja de onilana guerrerense y sacó un paquete envuelto con un mini sarape. Llevó así los restos de su abuelo a la estela.
Con una vista privilegiada y el protagonismo que le caracterizó, el cineasta de la época de oro del cine mexicano ya está en su casa.